
A través de las palabras comunicamos, nos explicamos y entendemos lo que los demás nos quieren decir, sin embargo, a menudo con ellas aparecen las contradicciones, el desajuste entre lo explicado y lo sentido o entre lo hablado y lo actuado. Con el arte en cambio, nos adentramos en un espacio en el que no tiene cabida la mentira ni el engaño porque lo que plasmamos es justo lo que sentimos en ese momento.
El arte nos permite convocar miedos y alegrías en un lenguaje sin reglas, ni normas, incluso sin tiempo, porque en el transcurso del proceso creativo el tiempo desaparece.
El arte tiene la capacidad de crear puntos de encuentro entre el sujeto que crea y el que observa lo creado, puede tender puentes de comunicación entre generaciones y culturas resultando imprescindible para humanizarnos, individual y socialmente, permitiéndonos que dejemos un poco de pensar para comenzar a sentir un poco más.